Foto de Alfredo Colón, publicado Internet- Crédito reconocido

Cada guaraguao tiene su pitirre

Blanca Agrait Lladó

(…) ius a iustitia (…) ius est ars boni et aequi
 «El Derecho es justicia, el Derecho es el arte de lo bueno y lo equitativo».

(Continuación de «No es pellizco de ñoco».)

Más de tres décadas han transcurrido desde que tomé un papel y un bolígrafo, dejé fluir sentimientos sobre nuevas experiencias y me dije: «Esta profesión que elegí y es parte de mí esencia “no es pellizco de ñoco”, artículo que fue publicado en la Revista del Colegio de Abogados y que queridos(as) compañeros(as} han hecho referencia en sus talleres de educación continua, por lo cual estoy agradecida. En aquel momento que comenzaba a practicar la abogacía, llena de ilusiones y compromisos, recibí un primer impacto cuando presencié acciones que se apartaban de lo que debía ser, de lo que debe ser.  Hoy, varios años luego, les comparto otros señalamientos al respecto, todos movidos por la mejor buena fe y orgullo de mi profesión.

Habiendo transcurrido el tiempo, me siento, analizo y me digo… ¿por qué continúa este deterioro aceleradísimo, a LA DIGNIDAD, RESPETO, IMPARCIALIDAD SOBRE LA JUSTICIA SUSTANTIVA Y PROCESAL que amenaza y ataca continuamente derechos fundamentales de todos(as) los(as) que componemos nuestra sociedad?

Entonces decido tomar nuevamente el bolígrafo como arma pacífica para denunciar prácticas que perjudican los roles que supuestamente ha diseñado la sociedad para proveerle a sus participantes una justicia equilibrada.   Aunque no pretendo agradar a todos(as) con lo que escribo y, mucho menos sugerir soluciones a lo abracadabra, tampoco puedo cruzarme de brazos, porque, al final, «el que calla, otorga».

El asunto es complejo, lo sé.  Por un lado, el deterioro social general que permea el estado de ánimo y conducta destemplada de muchos de los(as) integrantes de nuestra patria toca las puertas de la clase togada, posiblemente una de las más impactadas por esa conducta.  Por otro, la situación interna de nuestra profesión que, aunque para muchos(as) ha sido una vocación y una labor de dedicación, para otros(as) ha sido un trampolín hacia agendas que se apartan del concepto JUSTICIA.  Lamentablemente, muchas veces he escuchado compañeros(as) comprometidos(as) con el rol social de abogar por el derecho de un tercero expresar su deseo de «salir corriendo de la profesión» porque «no aguantan más».  No puedo negarles que yo lo he considerado brevemente también, pero siempre termino descartándolo porque si abandono el nido, ronda el ¡guaraguao

Brevemente, paso sobre algunos conceptos con el fin de crear conciencia.  Mi pretensión es transmitir experiencias para no cruzarme de brazos, ya que entiendo que es mejor tratar de llegar a unos pocos, que no haber intentado difundir el mensaje.   Y, ¿cómo comenzar?  Expongo una definición general del concepto de JUSTICIA que obtuve en Wikipedia. [1]  Cito. 

«La justicia es la concepción que cada época y civilización tiene acerca del sentido de sus normas jurídicas. Es un valor determinado como bien común por la sociedad. Nació de la necesidad de mantener la armonía entre sus integrantes. Es el conjunto de reglas y normas que establecen un marco adecuado para las relaciones entre personas e instituciones, autorizando, prohibiendo y permitiendo acciones específicas en la interacción de individuos e instituciones.”  Añado a la cita de la misma fuente:  “El Digesto, uno de los componentes de la obra de recopilación del derecho romano realizada por Justiniano (el Corpus Iuris Civilis), comienza así (D.1.1.1):

(…) ius a iustitia (…) ius est ars boni et aequi

«El Derecho es justicia, el Derecho es el arte de lo bueno y lo equitativo».

Todos(as) los(as) que hemos tenido el privilegio de practicar la abogacía, apelando a un derecho y a la confianza que se nos ha conferido, aun en ausencia del representado, tenemos que relacionarnos a diario con nuestros(as) colegas abogados(as) y jueces(zas). Muchos(as) compañeros(as) de litigio y muchos(as) jueces(zas) tienen un alto sentido del concepto de justicia y promueven soluciones equitativas que cumplen con la función esencial de velar por el derecho de las partes, adjudicando las controversias de Derecho con justicia. Mis respetos y aprecio para mis colegas que así obran.  

No obstante, cada vez más, hay otros(as) que se han venido apartando de ese compromiso.  Vemos la falta de ética profesional, sobre la cual se fundamenta el honor de nuestro gremio.  Es por ello por lo que no podemos sentirnos ofendidos cuando muchas veces tenemos que escuchar en contra de nuestra profesión decir que somos todos unos corruptos, inescrupulosos, que lo único que queremos es ganar dinero a costa del pleito o del sufrimiento de otros.  Esa percepción de la sociedad en contra de nuestra profesión ha ido incrementándose, lo cual es muy lamentable porque todos los que tomamos en serio nuestro llamado sabemos que una sociedad sin esperanza y confianza en aquellos(as) que procuran e imparten justicia es una sociedad ciega y en desasosiego.  Desde que vertí mis pensamientos en el escrito anterior he continuado practicando activamente la abogacía en el área civil y además tuve la oportunidad de impartir cátedra por diez años, y les puedo asegurar que esa percepción ha ido empeorando, por muchas razones, algunas que me reservo, y que principalmente continúan siendo motivadas por una conducta inadecuada de nuestros pares.

Ante este sinsabor que siento, me pregunto a menudo, ¿cuáles son las herramientas requeridas para practicar el derecho y el litigio en la abogacía?  En términos generales, lo que viene a mi mente es una buena preparación y estudio adecuado del derecho a postular; la palabra certera; la elocución formal y la rectitud escrupulosa.  En el caso de los compañeros(as) jueces(zas), el estudio para la aplicación específica del derecho al asunto ante  sí y la adjudicación imparcial. Entonces, me pregunto, ¿por qué no es posible conseguir algo tan sencillo?  Saltan a mi mente algunas señales de las muchas que deben ser estudiadas con profundidad para rescatar nuestra digna profesión y evitar que continúe la erosión futura. Veamos.

(1) Las universidades tienen la obligación de exigir excelencia académica.  Sólo así podemos garantizar que se aplique el derecho correctamente, ajustándolo a los cambios que requiere la sociedad.  Sin embargo, vemos con frecuencia que la preparación de algunos(as) no es la adecuada, bien por falta de conocimiento completo de la materia, sustituyéndolo con acciones apresuradas, erráticas y hasta indebidas.  Es responsabilidad de cada profesional sentir el orgullo de conocer aquello que postulará y prepararse, utilizando como base la prueba real que está en controversia.  Sin embargo, hay falta de interés de algunos(as) abogados(as) y jueces(zas) de conocer los hechos y el derecho que le asiste a una y a otra de las partes.  Algunos(as) de aquellos(as) que me hacen el favor de leer estas notas, habrán vivido la experiencia de la sustitución de una preparación adecuada con la utilización de medios tales como ocultación y manipulación de prueba; promesas de trabajos o de ascensos; tergiversación de la verdad, todo lo cual promueve un ambiente de conflicto; extendiendo irrazonablemente el caso y encareciéndolo, haciendo lucir al colega opositor que sólo defiende el derecho del ausente que representa, como el que crea o pospone con su defensa la controversia.  En ocasiones, muchas más ahora que antes, vemos que en el litigio con múltiples partes, por ejemplo, se crea esta «piña» donde unos pocos controlan no sólo el caso, sino la mente independiente de sus colegas «del mismo bando». Es algo así como remontarnos a épocas de gladiadores pero con una mente «hitleriana» de egocentrismo.  Lo primordial para esos pocos que afectan a muchos es mantenerse controlando el grupo dando la impresión, irreal, de que son diestros en el derecho y la elocuencia oral, cuando un observador(a) imparcial captaría de inmediato que lo que persiguen es ganar, a como dé lugar, utilizando en su verbo lleno de insultos soslayados y medias verdades todo lo que está reñido con la ética y el sentido de justicia.  Lo más impactante es que en algunas ocasiones estos «pocos, ya no tan pocos», consiguen atraer la atención del(a) juzgador(a) de los hechos, promoviendo el enfoque hacia esa «presión del grupo», en lugar de identificar «la imposición del grupo» sobre la controversia real ante su consideración. 

(2) El respeto por los derechos de los contrarios ha disminuido.  Aclaro que cuando aceptamos defender el derecho de un cliente(a) se hace con la intención de hacer valer sus derechos.  En ocasiones, esa función está enmarcada, exclusivamente, en que el impacto que se reciba de la ley sea el menos oneroso o el más beneficioso, dependiendo del caso.  O sea, no siempre que asumimos la defensa de un cliente(a) vamos a «ganar» y derrotar.  Lo importante es que el resultado final sea producto de un debido proceso de ley en igual protección de las leyes, habiendo obtenido el mejor resultado posible.   Sin embargo, esos(as) mismos «pocos, que ya no son tan pocos(as)” mancillan el derecho del contrario, sin importarles lo más mínimo el daño que con sus acciones le hacen a la otra parte, a la parte que representan y a todos(as) los que están en el entorno.  No podemos permitir que la insensibilidad de algunos(as) lacere la función principal por la cual luchamos.  Es responsabilidad de nosotros(as) identificar aquellos(as) que promueven la inestabilidad al momento de practicar el derecho y el litigio.  Entiendo que es sumamente difícil, sobre todo cuando en ocasiones obligan al oponente a defenderse y hasta logran «sacarle de sus casillas», para poder luego señalarles como responsables de la controversia por ellos(as) mismos(as) creada.  Precisamente, desesperar al oponente es una táctica que dominan muy bien porque pasa a ser el objetivo primario para crear el ambiente hostil y encubrir su falta de conocimiento o razón legal.  No podemos dejarles el campo libre para que continúen utilizando tan honrosa profesión como podio para sus propias agendas.

(3) La cortesía, decoro y tolerancia se han afectado enormemente.  ¿Cuántas veces hemos visto la falta de respeto de algunos(as) colegas cuando se dirigen a los(as) jueces(zas), a sus compañeros(as) abogados(as), a las partes que ellos mismos representan, a la parte contraria, a los testigos, a los(as) alguaciles, a las secretarias(os) de los tribunales, en fin, a todos los que formamos parte de este «tablero de ajedrez» que se llama litigio?  Es por todos conocido que, en alguna ocasión, incluso, los(as) abogados(as) intentan usurpar el poder judicial.  Lo único que faltaría sería que: «se pusieran la toga, utilicen el mallete y emitan la sentencia a su favor desde el estrado».

(4) La competencia desleal se ha «disparado» al extremo que ya nuestros(as) colegas no se esconden para «coquetear» con nuestros clientes, con miras a continuar siendo sus representantes legales.  Aunque somos muchos(as) los abogados(as), no tenemos que acaparar clientes, pues hay espacio para que todos tengamos un trabajo honrado.  Mi padre, mi rol a seguir, siempre me aconsejó que el cliente llega a donde uno, no hay que salir a buscarlo.  Que de lo único que tenemos que asegurarnos es de ser honrados y hacer un buen trabajo, pues un cliente satisfecho y que respeta el trabajo que se hace traerá por referencia muchos otros clientes.  Tiene razón mi padre.  Buscar clientes es buscarse un problema.

(5) En ocasiones la profesión nos pretende mantener en una competencia de carrera para ver quién llega primero a la meta.  A toda prisa hay que contestar mociones, escritos, hacer llamadas telefónicas, que muchas veces llegan después de las cinco de la tarde; todo es una prisa para ver quién mueve primero el ánimo del Tribunal, cuando, realmente, la función del (de la) juzgador(a) ha de ser actuar cuando se tengan todas las versiones de las partes ante su consideración.  Esta carrera se ha convertido en algo contrario al orden y prudencia relacionado con el estudio de las controversias.  Cuando comencé en mi práctica, se iniciaba la utilización, como medio de envío rápido de correspondencia, de las máquinas de facsímiles. Ya comenzaban los primeros corre y corre para contestar rápidamente lo que se había recibido a través de un teléfono. Antes se enviaban y esperaban las contestaciones por correo. (Claro, aunque muy pocos, siempre existió aquel que decía haber enviado el documento que nunca llegaba o se retrasaba.) Ahora, se sustituye por un medio aún más rápido: los correos electrónicos por internet que son recibidos en las computadoras de las oficinas y también en los celulares, a cualquier hora e, incluso, se presentan las mociones luego de las 5:00 de la tarde y a veces se espera hasta las 11:59 pm del último día para presentar los escritos de prescripción.  De día, de noche, de madrugada, suena el tintín. ¿Que ganamos con esta prisa?  Como dice el dicho común, «no por mucho madrugar amanece más temprano”» Y no por ello se consigue justicia.  En resumen, creo que ya ha llegado el momento de detener esta práctica de los(as) guaraguaos de la profesión y convertirnos en pitirres.

Aunque podría continuar señalando situaciones que debemos mejorar y otras erradicar, en consideración a aquellos(as) que se han tomado la molestia de leer estas letras, que no son otras que el pensamiento sobre experiencias, no los abrumaré con un escrito más largo.  Siempre hay espacio para continuar…sin tener que esperar tres décadas.  Entiendo que no todo está perdido, porque, de igual manera que señalo lo anterior, tengo que expresar mis respetos y admiración a la gran mayoría de compañeros(as) abogados(as) y jueces(zas) que hacen una excelente labor y están comprometidos con la digna profesión que ejercemos.  Precisamente por ello es por lo que no podemos permitir que los menos se salgan con la suya.  Lo que no se denuncia está destinado a perpetuarse.  Por eso apelo a ustedes, que son los más y no los menos, para que juntos afrontemos esta crisis que nos continúa amenazando, y no permitamos a unos pocos apoderarse de nuestro rol principal de promover y procurar la Justicia.  Habrá quienes resientan mis palabras, otros(as) las apoyarán y tal vez escriban también al respecto. Los(as) invito a hacerlo

Sin embargo, lo más importante de este escrito es que nunca olviden el siguiente mensaje:
«CADA GUARAGUAO TIENE SU PITIRRE ».

[1] Utilizo Wikipedia porque es el lugar a donde acude, durante la última década, una parte sustancial de la sociedad actual para obtener información.

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