Nota del editor Vol. 2
Miguel Francisco Marrero Sánchez
Presidente de la Comisión de Tecnología
Buenas noches a todas.
Quiero comenzar agradeciendo al Colegio de Abogados y Abogadas, a su presidenta Vivian Godineaux y a la Comisión Especial de la Medalla Juan Santiago y a su presidenta la licenciada y compañera Verónica Rivera, por esta distinción tan significativa.
Felicito también a la licenciada Zoé Negrón Comas, por este reconocimiento, pero sobre todo por su compromiso con las causas justas.
Esta noche me acompañan muchos sentimientos de gratitud. Pienso en personas que han sido esenciales en mi camino personal, profesional y político. Agradezco a mi familia, especialmente a mi mamá y mi papá, que me acompañan hoy. Ellos han sido, sin duda, mi primer ejemplo de firmeza y valentía, y tienen todo que ver con la persona que soy. Agradezco también a mis colegas—y más que colegas, mis amigos—los licenciados Luis José Torres Asencio y Rafael Rodríguez, y la licenciada Anette Martínez Orabona. Su solidaridad y su ejemplo me han enseñado lo que significa ser una defensora. Extiendo mi agradecimiento también a profesoras y profesores que marcaron mi formación: la licenciada Erika Fontánez, el licenciado Hiram Meléndez Juarbe, y la licenciada Nora Vargas. Y, por supuesto, a las personas y grupos que me han permitido acompañarles y representarles durante estos últimos diez años.
Pero esta noche tengo un agradecimiento especial a mis compañeras de la Colectiva Feminista en Construcción, que están presentes hoy aquí apoyándome, y con quienes construyo una comunidad de sostén y de lucha desde hace ocho años. Les agradezco permitirme caminar junto a ustedes, por los riesgos asumidos juntas y por su compromiso con este país que tanto amamos. Pertenecer a esta comunidad es y será siempre el honor de mi vida.
Recibir esta medalla que lleva el nombre de Juan Santiago me honra profundamente. Porque Juan encarnó valores que respeto profundamente: la entrega, la valentía y el compromiso con la justicia, aquí y en el mundo. No tuve la dicha de conocerle en vida, pero a través de sus escritos y de conversaciones con quienes sí lo conocieron, pude rescatar varias reflexiones que deseo compartirles esta noche.
Si algo nos deja la vida de Juan Santiago, es la enseñanza de politizar nuestra experiencia. Y con ello, me refiero a entender que nuestras vivencias personales están íntimamente conectadas con las de otras personas, con el entorno, con el país y con el mundo que habitamos. Politizar la experiencia es reconocer que nuestras historias forman parte de una red inescapable de mutualidad. Que el destino de quienes nos rodean—especialmente de quienes más sufren—es también nuestro destino.
Juan creció en Naranjito, en una comunidad modesta y trabajadora, y estudió en escuela pública. Esa experiencia de vida no puede separarse de su trayectoria como líder universitario y huelguista que se opuso con firmeza al aumento en la matrícula que afectaría a estudiantes pobres. Tampoco puede desligarse de su incansable defensa de niños y niñas de Educación Especial en el sistema público. O de su apoyo a los presos políticos y a las luchas por desenmascarar la represión del Estado contra el independentismo en este país. Todo eso forma parte de una misma experiencia politizada.
En mi caso, también fueron las experiencias de mi niñez y juventud las que me impulsaron a estudiar Derecho. Vivir y presenciar la violencia de género, ver a un ser querido procesado por un crimen que no cometió, convivir con la pobreza y el trato indigno a la gente empobrecida, vivir en mi familia la persecución política… Todo eso me llevó a elegir una profesión que me permitiera “ayudar, acompañar y defender”.
Pero en ese camino fui descubriendo que ejercer el Derecho no solo me puso frente a múltiples injusticias desde primera fila, sino que también me permitió entender algo más profundo: que pocas injusticias son verdaderamente individuales. Que hacer justicia implica comprender las raíces estructurales de la injusticia y combatir los sistemas que las producen. Politizar mi experiencia fue lo que me llevó, finalmente, a organizarme en la Colectiva Feminista en Construcción. Desde allí, luchamos por el bienestar colectivo y por una vida digna para todas las personas en este país.
Por eso, no puedo—ni quiero—separar a la abogada que soy de la militante y activista que también soy. Ambos roles se nutren mutuamente. Cuando organizamos contra la deuda pública, contra la corrupción, contra el desplazamiento, recuerdo las tantas historias que vi en la Oficina Legal de la Comunidad: familias desahuciadas, comunidades despojadas. Cuando trabajamos contra la violencia de género, pienso en mi propia experiencia y en las de tantas mujeres y personas a las que he acompañado.
Entonces, a la luz de todo esto, y también del legado comprometido del compañero Juan Santiago, quiero dejarles unas preguntas: ¿Cómo estamos permitiendo que nuestras experiencias—las injusticias que vemos y vivimos cada día como defensoras—guíen nuestro trabajo por la justicia? ¿Cómo conectamos esas experiencias con la necesidad urgente de transformar el mundo en que vivimos? ¿Y cómo usamos nuestras herramientas, conocimientos y privilegios al servicio de las luchas por la liberación que hoy se gestan?
Mi deseo con estas preguntas es que continuemos retando aquellas nociones legalistas, como el discurso de la ley y el orden, que irónicamente nos alejan de un verdadero “hacer justicia”. Mi deseo es que podamos alejarnos de la idea del abogado o abogada como un salvador individual, y que entendamos la necesidad de vernos como individuas y como un gremio, que se hace parte y se pone al servicio de luchas colectivas del país y de mundo; aunque eso implique desafiar las mismas leyes que juramos defender.
Compañeras, colegas, en estos tiempos de injusticia global, en los que el imperialismo, el colonialismo, el capitalismo y sus violencias, arañan con más fuerza nuestros territorios, en tiempos del genocidio del pueblo palestino, la rearticulación de discursos y políticas que subyugan a las mujeres, a las personas negras y migrantes, a las personas de las comunidades LGBTTIQ, en tiempos de mayor asedio a los países que resisten el imperialismo, y en tiempos de despojo de este país que es nuestro, hacer justicia, luchar por la justicia, requiere un compromiso profundo con lo común, requiere trascender el individualismo, requiere sentir y doler con la gente, ser y estar con la gente, defender la tierra, defender la vida; requiere que nos sumemos y que brindemos lo que tengamos para nutrir activamente a comunidades en lucha.
Culmino con una cita de Malcolm X:
Estoy a favor de la verdad, diga quien la diga. Estoy a favor de la justicia, esté a favor o en contra de quién esté. Soy un ser humano, ante todo, y como tal, estoy a favor de quien quiera y de lo que sea que beneficie a toda la humanidad.
* El discurso se ofreció en el otorgamiento de la Medalla Juan Santiago Nieves, el 26 de junio de 2025, en la sede del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico y puede accederse en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/share/v/1ArTzhiRFK/ (última visita 12 de julio de 2025).
** Zoan Tanís Dávila Roldán es una activista feminista negra, defensora de los derechos humanos y abogada notaria. Obtuvo su Bachillerato en Información y Periodismo en la Escuela de Comunicación y Juris Doctor en la Universidad de Puerto Rico. Entre otras distinciones, es dirigente y portavoz de la Colectiva Feminista en Construcción, organización política de base, de la que es parte desde el 2017.
Miguel Francisco Marrero Sánchez
Presidente de la Comisión de Tecnología
Dra. Angélica M. Rosario Santos
Colaboradores: Hernando Mattei PhD. y Luis Pericchi PhD
Dra. Yanira Reyes Gil
Lcda. Wendolyn Torres Rivera