Sobre la necesidad de la juventud en el gremio*

Lcda. Zoé C. Negrón Comas**

Buenas noches y gracias.

Dirigirme a ustedes hoy es, simultáneamente, un verdadero honor, y algo que hubiera preferido no hacer. Al recibir la noticia de que me habían otorgado la medalla, junto a la compañera Zoán Dávila Roldán, mi primera reacción fue de lágrimas y la segunda fue el inmediato terror de pararme aquí. No soy persona de discursos, prefiero escribir, argumentar o conversar. Pero esta profesión, mi Facultad de Derecho y este Colegio me han enseñado, impulsado y en ocasiones obligado a salir de esas zonas de confort.

He aceptado que los discursos son parte de crear y perpetuar legados; de nutrir y preservar la memoria histórica de nuestro gremio y nuestra sociedad; y de inspirar a futuras generaciones, como lo he sido yo al escuchar y leer sobre el legado de Juan Santiago y conocer algunas de las personas que recibieron este premio antes de mí.

Cuando recibí la noticia, me llegó también un mensaje de la compañera Verónica Rivera Torres. Una abogada a quien le tengo tanta estima y admiración me dijo que ojalá hubiera conocido a Juan, pero que y le cito “[su] legado se mantiene vivo y está presente, gracias a personas como tú; tan comprometida con mejorar las cosas, tan valiente, tan entregada, tan colegiada, tan querida”. Saber que me atribuyen estas cualidades a las que aspiro todos los días, me llena de orgullo y me motiva a continuar.

Eso es lo que más me impresiona sobre este momento, que hay algo sobre él que no me permite verlo como la culminación o reconocimiento de un esfuerzo, lo que usualmente sucede al recibir un premio. Por el contrario, lo veo como un reconocimiento de todo lo que tengo por delante, todo lo que puedo contribuir; como una invitación a seguir el camino que he seleccionado porque soy ahora parte de un legado que no podemos dejar caer. Soy ahora parte del legado de Juan Santiago Nieves y se lo debo a él y quienes me preceden en este honor, el continuar representando esos valores y a impulsar que otras personas encuentren en sí la chispa para hacerlo. Como dice una décima “A personas como Juan no se le menciona en pasado… es y será presente”.[1] Más que una medalla, siento que me zumbaron un reto y lo recibo con entusiasmo.

Leyendo sobre Juan Santiago vi que de niño le describían como introvertido y brillante. Aprendí sobre su dedicación, su uso del derecho como herramienta tanto para la defensa de las personas vulnerables como de la Patria; aprendí de su compromiso con este Colegio. Aprendí que desde orígenes humildes y con gran sacrificio, llegó a ser una figura influyente, que inspiró y ayudó a tantas personas, que alcanzó victorias, y que sentó precedentes que hoy día disfrutamos.

Dentro de tantas luchas, en especial me tocó el corazón su rol en el caso de Rosa Lydia Vélez, con el cual recientemente tuve el privilegio de colaborar de una forma minúscula pero que como hermana y titi de jóvenes autistas; como hija y amiga casi hermana de las mujeres que les cuidan, me trajo inmensa satisfacción. Trabajar con Marilucy González Báez, José Juan Nazario, Carlos Gómez y José Torres Valentín aun por ese breve periodo fue una lección en valor y compromiso. Tengo que suponer que en esa interacción me dieron una idea de quién era su colega y la pasión que tuvo por la defensa de estudiantes con diversidad funcional y sus familiares. Aparte de que, seguramente, era una persona muy chévere para tenerles en su vida. Espero que sepan el agradecimiento que tengo por haberme dado esa oportunidad.

Antes de continuar quiero hacer una breve pausa, un asterisco, para reconocer un punto. La identidad es interseccional. A pesar de que hay retos en partes de mi identidad como puertorriqueña, “izquierdosa”, mujer y parte de la comunidad LGBTQ+, tuve y tengo privilegios que no puedo obviar, privilegios de clase, de tener una familia que me apoyara, de vivir sin barreras por una diversidad funcional, de raza, de identidad de género, y seguramente otros que aún no he aprendido a reconocer. No conozco el sacrificio que personas como Juan Santiago o colegas de otras identidades tuvieron que sufrir para llegar al mismo lugar que yo. Pero espero que mi trabajo contribuya a que esas barreras se derrumben y la diversidad, equidad e inclusión prevalezcan los ataques que hoy reciben.

Dicho eso, el contexto histórico que vivimos no da espacio para el silencio. A nuestro alrededor hay guerra, una crisis constitucional y humanitaria, genocidio, violaciones de derechos civiles y humanos, la criminalización y deshumanización de seres humanos por su estatus migratorio o su identidad de género o su condición de persona gestante, entre otros. Nuestro gobierno está preso a una Junta colonial. Nuestro sistema eléctrico se cae en cantos mientras privatizadoras y fondos buitres se nutren del desastre político. Quieren dejarnos sin país. Quieren desplazar hasta al coquí.

Enumerar la serie de barbaridades que hemos visto desde el inicio del año nada más se ha vuelto parte de todos y cada uno de los discursos que he escuchado en las últimas semanas. Y por más que abrume, me parece necesario. De lo contrario, la próxima noticia nos hace olvidar la anterior, una cadena que nos desensibiliza al punto de complacencia, hasta el día que caigamos en la otredad y nos toque tener miedo a salir a la calle, a contestar la puerta, o a ser quienes somos. La tiranía viene por todes, la empatía y la comunidad es la única manera de salvarnos.

Es nuestro deber como parte de este gremio ocupar todos los espacios de lucha. Sea desde nuestros escritorios, o los podios o las calles. Es un imperativo que alcancemos a más jóvenes de la profesión e integrarles no solo al Colegio sino a todos los espacios disponibles.

Hay unas realidades demográficas en Puerto Rico que se reflejan en este Colegio. Y con todo el respeto que le tengo a mis colegas y sus años de lucha, hace falta sangre nueva; hace falta gente joven; hace falta que nos den el espacio para ocupar los lugares en los que ustedes han encontrado comodidad. Porque según su tiempo vaya llegando a su fin, seremos quienes tenemos que ocupar los vacíos y sin el beneficio de haberlos ocupado junto a ustedes, aprendiendo de sus experiencias, sus victorias y sus errores.

Yo no logro definirme como algo más que una abogada joven, es lo que soy en todos los espacios. Es lo que me da fuerza, pero también lo que causa que me subestimen o me dejen a un lado de la discusión. Es la identidad con la que me armo: cuando escribo—sea contra medidas legislativas y políticas públicas dañinas, o en defensa de clientes o en escritura creativa; cuando participo en protestas—sea de manifestante u observadora; cuando planifico eventos—sea para atraer talento al Colegio o para aumentar la representatividad de los recursos en la academia; cuando hablo—sea en los medios, en reuniones, en asambleas o en grupos de trabajo; cuando me paro aquí y cuando me siento allá.

Es lo que me une con Noeli Pérez de la Torre que recibió este premio en 2024, una gran compañera en la Comisión de la Mujer que se dedica a servir a la comunidad de mujeres migrantes víctimas y sobrevivientes de violencia de género.

Es lo que me une con Annie Rivera Cruz que también recibió el premio en 2024, con quién tengo el privilegio de trabajar y que recientemente recibió su grado doctoral con distinción sobre el tema de la vivienda digna que es tan pertinente.

Es lo que me une con Jessica Méndez Colberg, mi socia, amiga y mentora, que recibió el premio en el 2022, poco después de argumentar frente al Tribunal Supremo federal y poco antes de emprender en una práctica en defensa de deudoras; junto a quién me enfrenté a la Junta, a Luma y a Genera.

Es lo que me une con Eva Prados, homenajeada en 2018, que ha sido compañera de lucha ante los retos de la reestructuración de la deuda de la Autoridad de Energía Eléctrica y que se dedica a promover justicia y transparencia.

Es lo que me une con Annette Martínez Orabona, homenajeada en 2016, que fue mi profesora en una simulación de litigio internacional, curiosamente, sobre una controversia migratoria. Ahora es la Directora Ejecutiva de la ACLU en Puerto Rico y volvimos a colaborar para proveer adiestramiento de derecho migratorio.

No quiero menospreciar a ninguna de las otras personas que han sido honradas con esta medalla; pero doy especial mención a estas, que desde hace tiempo y hace poco han sido integrales a mi desarrollo. Formar parte de cualquier lista en la que ellas estén me confirma que estoy donde tengo que estar.

Agradezco a la Presidenta del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico; a la Comisión Especial; y a quienes pensaron en mí para este premio. Agradezco a mis compañeras colegiadas, con quienes trabajo incansablemente para aumentar el alcance del Colegio y atraer la gente que necesitamos. Agradezco a las amistades, seres queridos y familiares que me siguen apoyando. Agradezco a las mujeres que me han servido de mentoras, los patronos que me han dado espacio para crecer y a los clientes que confiaron en mí sus causas.

Alguien me dijo recientemente que cuando piensa en mí recuerda esta línea de Silvio: “latiendo aún para las nobles cosas, y no partida y con el alma inerte”. Así espero verme ahora y, con mi Colegio, siempre.

Gracias.


* El discurso se ofreció de forma abreviada en el otorgamiento de la Medalla Juan Santiago Nieves, el 26 de junio de 2025, en la sede del Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico y puede accederse en el siguiente enlace: https://www.facebook.com/watch/?v=1957832768086773 (última visita 12 de julio de 2025).

** Zoé Negrón Comas es una joven abogada, notaria y educadora. Obtuvo su Bachillerato en Pedagogía en la Universidad de Puerto Rico en Cayey y Juris Doctor en la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Actualmente, cursa una Maestría en Derecho Contributivo en la Universidad Pontificia Católica. Actualmente, es Decana Asociada de Asuntos Académicos en la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana.

[1] Juan Camacho, Décimas a Juan Santiago Nieves, 80Grados, 15 de junio de 2021, https://www.80grados.net/decimas-a-juan-santiago-nieves/.

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